Desde los mayores gigantes a las pequeñas empresas familiares necesitan conocer cuánto vale su negocio. La importancia de esta información reside en que permite conocer qué podemos pedir a cambio de una parte de nuestra compañía y si la oferta encima de la mesa es buena o mala para nosotros como inversores o empresas.
Al fin y al cabo, para obtener un buen acuerdo, es clave conocer el valor real e intrínseco de aquello que compramos u ofrecemos, y relacionarlo con el precio pagado.
Valorar un negocio no es como ponerle precio o estimar la valía monetaria de cualquier producto en un mercado regulado. Para poder dar una valoración precisa y ajustada de una empresa hay que combinar una multitud de factores; ponderar su importancia relativa en el valor global de la compañía, conocer el mercado en que se desarrolla, el potencial de la misión de la empresa, la calidad del capital humano, etc.
Las grandes empresas, cuando se enfrentan a una adquisición, fusión o a una ampliación de capital (o a cualquier otra gran operación), cuentan abogados, contables, auditores, consultores y profesionales de todo tipo para obtener la mejor valoración posible, de empresas especializadas, para negociar y actuar en base a esa información.
Las empresas pequeñas y medianas, que se desenvuelven en un entorno mucho más atomizado. Uno de los talones de Aquiles, en el sector del M&A dentro de este tipo de negocios, es la falta de transparencia
Las PYMEs se enfrentan a esta tarea y a estas negociaciones y operaciones con un panorama mucho más difícil cuando la importancia de realizar una valoración adecuada es igual o más esencial ya que el crecimiento inorgánico puede ser una estrategia diferencial e impacto enorme; un auténtico game-changer.
Por todo ello, para arrojar un poco de luz en la materia, dejamos las claves principales para para valorar una empresa:
Es fundamental revisar en profundidad la información financiera contenida en las cuentas anuales, y la que no se refleja en esta, siempre que dispongamos de la misma. Cifras clave que siempre hay que estudiar para obtener una visión certera del valor de una empresa:
Es esencial también diseccionar el balance para ver cuáles son los recursos, fijos y circulantes, tangibles e intangibles, con los que cuenta la empresa para generar negocio y ventas. Así podremos saber cómo financia la adquisición y mantenimiento, y conocer las obligaciones que tiene con socios y terceros, su vencimiento y la estructura de capital.
Finalmente, es clave tener una previsión de hacia dónde va la empresa; como espera que sean esos datos financieros, qué cambios y mejoras pretende implementar y la base para justificar las mismas, con tal de ver hasta qué punto son realistas y factibles esas proyecciones financieras.
Conocer quién está detrás de los proyectos y de las compañías, con qué experiencia cuentan, qué pueden aportar que diferencie a la empresa de sus competidoras y la convierta en un éxito es fundamental.
Este factor, que tiene un importante elemento subjetivo a la hora de poner una cifra a ese valor, puede y suele ser el que marca la diferencia, así que cada vez es más importante a la hora de valorar a una empresa.
Para poder conocer el valor de una empresa hay que conocer bien el mercado en el que desarrolla su actividad, con tal de entender su potencial, sus necesidades y las ventajas comparativas y factores diferenciales que la hacen distinta de sus competidoras.
Estas cualidades únicas pueden tener:
Sin embargo, estas cualidades son fundamentales para la generación de ventas y el crecimiento de la empresa y, en consecuencia, para establecer su valor.
Finalmente, hay que también incluir en nuestra ecuación, y ponderar adecuadamente su importancia, el producto, mercado y en consecuencia el resultado de la empresa. Por ello se debe analizar:
La combinación de todos estos factores anteriores nos permite ver mejor el valor de la empresa, que puede ser muy diferente del precio por el que se vende o por el que se ofrecen participaciones o acciones.
Esto nos puede permitir, si se hace de manera adecuada, negociar mejor, obtener un mejor acuerdo y aprovechar todas las posibilidades que ofrece el crecimiento inorgánico; siempre y cuando respondamos con acierto la pregunta del millón: ¿Cuánto vale mi empresa?